Vivimos en una sociedad abrumada por el caos, la indignación y el desconcierto. No sólo por la crisis económica en la que llevamos sumisos cerca de 4 años, sino por las consecuencias políticas y sociales que esta conlleva.
Ya sabemos que eso del bipartidismo no nos ha ido muy bien: unos no hicieron nada, se limitaron a ver cómo el capitalismo español sucumbía en picado desde la quiebra de Lehman Brothers; y ahora los otros nos quieren recortar hasta los pantalones, privándonos de nuestros servicios básicos de sanidad y educación pública. Y aunque los movimientos obreros se echen a la calle día tras día, haya huelgas y los indignados griten con fuerza y cada día se indignen más, parece que estemos atrapados en el tiempo. Las cosas no parecen ir a mejor.
Pero, tal vez, deberíamos replantearnos la situación. Tal vez la culpa también sea nuestra... ¿De verdad que no nos lo hemos replanteado alguna vez? La sociedad juvenil de hoy en día parece haber surgido de una película de ciencia ficción, muy Jumanji, sí. Pegados al ordenador, al móvil y sus endiabladas aplicaciones, a la telebasura en la que Mujeres y hombres, y viceversa es el programa más comentado del recreo. Por no hablar de los botellones, y los porros... ¿Es que el mundo se ha olvidado de los libros, del cine y vibrar al ritmo de la música corriendo por las venas? Ah, perdón... Me olvidaba que ahora con la subida del IVA la cultura es un lujo...
Ya no sabemos qué más nos puede pasar... ¿que se acabe el mundo? No me sorprendería, la verdad... Lo que está claro es que, si salimos de esta, tendremos que andar con ojo para encontrar la manera de hacerlo mejor. Muchísimo mejor.