miércoles, 11 de septiembre de 2013

Y me has llevado a pasear al borde del mar en cometas. Y te has lanzado a nadar sabiendo que allí la tormenta sacude como un animal.
 
 
Sin querer darnos cuenta, ni nos imaginamos los cambios que experimentamos como personas en un año. Maduramos, experimentamos, crecemos. Vivimos, cada uno a su manera, nuestro teenage dream particular. Pero sin quererlo, siempre sigue viviendo dentro de nosotros ese pequeño/a que algún día fuimos.
Vemos a nuestros hermanos menores que todavía pueden jugar con muñecas, ir a los parques a rebozarse en arena, destrozarse las rodillas con la bicicleta, pensar que son los reyes del mundo. Si supieran lo que a veces podemos llegar a envidiarles...
Aún pudiendo experimentar lo que se corresponde con la etapa de la infancia y la pubertad, en las cuáles parece que podemos vomitar arco iris de lo felices que somos, parece que nuestros pequeños tienen demasiada prisa por hacerse mayores.
Ahora ya no exiten las canicas, ni las muñecas, ni esos veranos haciendo pulseras con cuentas de mil colores. Parece que todo gire entorno al grupo de whatsapp y todas esas tonterías de niños que quieren crecer demasiado rápido. Por no hablar del daño que hacen todas esas series que les pintan un mundo adolescente de color de rosa, léase como ejemplo todas las de Disney Channel.

Hay que diferenciar entre querer madurar y madurar de golpe. No hay necesidad de que las futuras generaciones estén encerradas en esas pantallas táctiles. Que vale, a nosotros nos cogió la etapa messenger y los tiempos mozos del tuenti, pero no nos han llegado a dañar tanto durante la edad del pavo como a esas niñas que con 13 años ya piensan en emborracharse y quemar sus tacones allá por donde vayan.
When you're young, everything feels like the end of the world, but it's not.
It's just the beginning.



Muy recomendable.

Realmente, últimamente nadie está para nadie. Parece que, además de la burbuja de crisis y precariedad económica que nos envuelve, un profundo sentimiento de egoísmo marca la frente de cada uno de nosotros.
¿Por qué escribo esto? Pues, lo cierto es que llevaba tiempo queriendo retomar mi perfil de bloggera, pero con la carrera y los cambios que han acechado mi vida en el día a día de este último año se me ha hecho prácticamente imposible.
Es increíble cómo cada año de la etapa de la adolescencia, cambia drásticamente el entorno en el que nos envolvemos. Y cómo, tristemente, se olvidan rápidamente recuerdos y personas. Esto me lleva al convencimiento de que nadie permanece siempre en nuestras vidas, habiendo de todo en este aspecto. Hay personas que se autoconvencen de que estará siempre 'para lo que necesitemos', y con ese autoconvencimiento nos consiguen convencer a nosotros. Otras directamente pasan, se conforman con conocer a gente que quién sabe si recordarán algún día, disfrutar del momento y grabarse a fuego en la piel el carpe diem. Personas a las que, sinceramente, envidio de la forma más sana posible.
Y luego están las personas como yo, que intentan guardar un momento especial con cada persona, y no olvidarlo jamás. Esto también implica 'intentar' mantener el contacto, cosa que la mayoría de los casos no es recíproca por la otra parte, o no perder el lazo que algún día nos unió con personas increíbles.
Pero la parte triste, es que las personas como yo somos las peores en este aspecto. Pues, los lazos con el tiempo al final se desgastan y se rompen, hasta que al final queda un pequeño recuerdo en la mente de unos, y uno muy bonito e intenso en la de otros. Recuerdos que finalmente quedan en una camiseta con dedicatorias, un álbum de fotos, un libro llamado memory book, por no hablar de facebook o twitter.
Por suerte, esos recuerdos son materiales y siempre estarán en alguna parte conservados con el tiempo. Ojalá al resto que quedan en nuestra memoria les pasará lo mismo, pero el tiempo y las enfermedades como el Alzheimer se los llevarán, queramos o no. Y al fin y al cabo, es que nadie es permanece para siempre en nuestras vidas, ni nadie es para siempre.