Múltiples tipos de individuos nos rodean en nuestro día a día. Cada uno de ellos una historia por contar detrás de una apariencia de ser humano. Todos y cada uno de ellos tan distintos y, sin embargo, con tantos rasgos característicos en común. Hipocresía, falsedad, envidia, venganza, maldad, crueldad son algunos ejemplos de ello. Sinceramente, me considero una buena persona. Mis acciones no vienen sujetas a un interés oculto, ni me gusta tener amigos para hacerles daño. He tropezado demasiadas veces con personas que realmente consideraba que merecían la pena, y que por desgracia, han sabido sacar toda mi ingenuidad a relucir. Y mi pregunta es, ¿qué trato esperan dichas personas cuándo menosprecian a las personas a las que importan? Llegando a esta conclusión, puede que los problemas de la sociedad actual no vengan solo por los problemas económicos y políticos, sino por el propio prototipo de persona dominante en la misma. Es deplorable que hoy en día compartir signifique dar esperando algo a cambio, que la cultura sea Gran Hermano y que las calles abunden con hombres con camisetas de tirantes y rosarios colgados del cuello cuando ni siquiera creen en Dios.
¡Señoras y señores, vivimos en el s XXI! Lo que aún no hemos descubierto gracias a la tecnología, la investigación y el progreso, no está a años luz, sino a unos años. Por ejemplo, en pocos años tendremos vacuna para el SIDA que se llevó a Freddie Mercury, cantante de Queen (pues más de uno no sabrá ni quién es).
Ya superamos el catastrófico siglo XX, con todas sus guerras, miserias y catástrofes. No significa que ahora seamos mejores, ni más brillantes, ni más listos que entonces, pero es tarea nuestra, tanto en pasado, presente y futuro tratar de convertir el mundo en un lugar mejor. No por las futuras generaciones, sino sencillamente por nosotros mismos, por cada uno de nosotros. Día tras día. Acción tras acción. Persona tras persona.